Llegamos a Bar después de haber estado en Sveti Stefan y haber recorrido 35 kilómetros. A diferencia de la parte norte de la costa, que permaneció en gran medida bajo el dominio de Venecia y luego del Imperio Austrohúngaro, las áreas desde Bar hacia el sur pasaron 300 años bajo control turco, es evidente, pues cuanto más se avanza hacia la frontera albanesa, se ven más mezquitas y edificios de estilo otomano. La nueva ciudad de Bar se fundó en 1908, dejando atrás sus orígenes y actualmente tiene un aire bastante moderno.
La ciudad de Bar está enclavada dentro de una gran área industrial, por lo que es poco probable que sea un punto de interés turístico o de vacaciones, la importancia de Bar radica en que es un centro de transporte que acoge los trenes de Belgrado (Serbia) y los transbordadores de Italia. La única razón real como viajero o turista para venir a esta ciudad es visitar las fascinantes ruinas de Stari Bar (Ciudad vieja) enclavadas en las montañas que se encuentran detrás, o bien, para tomar el famoso tren Azul de Tito que une Montenegro y Serbia y atraviesa los Balcanes.
Entramos en la ciudad para tomar la desviación que nos llevaría a la ciudad vieja o Stari Bar, y es cuando vimos una colosal construcción que nos hizo parar el coche para tomar unas cuantas fotos, pues fue deslumbrante la vista que se dispuso frente a nosotros. Se trataba de la Catedral de San Jovan Vladimir, templo ortodoxo y joya de la arquitectura neobizantina de Montenegro.
Esta enorme y moderna catedral con techo dorado se puede ver desde casi cualquier punto de Bar. Está dedicado a Jovan Vladimir, el santo patrón de Bar, y considerado primer santo serbio. En 2.016 se cumplieron 1.000 años de su martirio y Su Beatitud el Patriarca de Jerusalén Teófilo III, consagró la nueva Iglesia.
Solo hay que recorrer cuatro kilómetros hacia el interior desde el centro de Bar para encontrarse con Stari Bar, una ciudad-fortaleza bizantina en ruinas que fue conquistada primero por los venecianos y luego por los otomanos, para ser abandonada después por diversas explosiones ocurridas a principios del siglo XX. Los lugareños lo llaman "nuestra Pompeya". Estos impresionantes vestigios históricos figuran en la Lista Indicativa de la UNESCO desde 2010 y parece ser que van por buen camino para convertirse en Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Aparcamos en el parking que está a los pies de la montaña por desgracia y decimos por desgracia porque después vimos que se podía subir en coche hasta la misma entrada. Imaginamos que en verano no se podrá hacer porque rápidamente se ocuparán las plazas que están arriba, pero nos dio rabia cuando llegamos a la entrada y vimos coches circulando, además de haber pagado 2€ cuando no hubiera sido necesario.
El caso es que nos toco subir una empinadísima cuesta de aproximadamente un kilómetro para llegar a las sugerentes ruinas de la antigua ciudad de Stari Bar que se alzan en lo alto de un risco rodeado de retorcidos olivos, muchos de ellos milenarios. Fundada hace unos 2.800 años, ha sido ocupada por Llirios, Griegos, Romanos, Bizantinos, Eslavos, Venecianos y Otomanos, añadiendo su parte de historia, arquitectura y costumbres.
La historia de como se llegó a esta situación de ruinas y el posterior abandono de la ciudad es la siguiente: Ibrahim Bey, jefe otomano, se negaba a entregar la ciudad a pesar del bombardeo de artillería pesada montenegrino, que duró más de siete semanas, destruyendo gran parte de la ciudad, hasta que el 5 de enero de 1878, los montenegrinos detonaron un explosivo de 225 kg en el acueducto de la ciudad que cortó el suministro de agua. Ibrahim Bey rindió la ciudad el 9 de enero. La ciudad y terrenos limítrofes fueron otorgados al recién reconocido Principado de Montenegro en el Congreso de Berlín (1878). La nueva ciudad de Bar se construyó en la costa en las antiguas instalaciones portuarias.
La entrada para visitar uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la época medieval, no sólo de Montenegro si no en los Balcanes cuesta 2€ por persona. Dimos un extenso paseo por el antiguo Bar atravesando sus calles adoquinadas, subiendo sus empinadas calles, contemplando el paisaje y visitando su museo arqueológico (incluido en la entrada).
Cuenta con más de 600 edificios de diferentes estilos arquitectónicos, sobre todo gótico, renacentista y barroco que se entremezclan con elementos de influencia oriental. De todos ellos, los más destacados son la puerta principal, la Iglesia de San Nicolás, la de San Jorge, el Palacio del Príncipe y del Obispo y la torre del reloj.
Mención especial merecen el Hammam turco del siglo XVII, la Iglesia de Santa Caterina y, sobre todo, el Acueducto de Bar, construido en el siglo XVI, cuando la región estaba bajo dominio del Imperio Turco y que constituye la obra civil más importante de la arquitectura otomana de Bar.
Todos los monumentos se encuentran en ruinas, ya que esta parte de Bar está deshabitada desde finales de los años setenta, pero en la actualidad, debido al impulso turístico y a su inclusión en la Lista Indicativa de la UNESCO viven 12.000 personas en los aledaños.
Y ahora, primer fallo del viaje (nadie es perfecto), no pudimos encontrar el olivo milenario, uno de los más viejos del mundo, con más de 2.000 años de antigüedad y considerado símbolo de Bar, llamado Stara Maslina pensando que se encontraba en Stari Bar, pero está en Sutomore, una pequeña localidad costera de 3.000 habitantes muy cercana a Bar, aunque si pudimos contemplar una gran cantidad de olivos, con troncos retorcidos, en la carretera que nos llevaría a Ulcinj, nuestra próxima parada en la que haríamos noche.
