Nos levantamos pronto, entre otras cosas porque en los países nórdicos en verano, no hay apenas horas de oscuridad y nosotros no solemos dormir con la persiana cerrada del todo.
Fuimos de nuevo a la parada principal de tranvías y nos dirigimos a nuestro primer lugar de interés, Hakaniemi Market Place, un mercado al aire libre que se instala en la Plaza del Senado los domingos por la mañana.
No da la apariencia de mercadillo al uso, tal y como los conocemos en España. Se encuentra una gran variedad de comida, productos de mar como caviar, salmones, arenques y de tierra como carne de venado o de alce. Siempre están casi llenos, como si esperaran al domingo para saborear lo que allí les ofrecían.
Los puestos son cabañas de madera donde se pueden adquirir desde productos artesanales de alimentación a productos artesanales de vestimenta o decoración. Un mercado al que no se debe faltar si se pasa un domingo en Helsinki.
Desde allí con otro tranvía nos dirigimos a la Iglesia de Piedra (TEMPPELIAUKIO). En Helsinki, se hace obligada la visita a esta iglesia excavada en una roca. La luz entra de una manera peculiar y el silencio es casi conmovedor. La entrada es gratuita.
Antes de acceder al interior, te recomendamos rodear a la Iglesia en su perimetro exterior y ver de que forma se ha logrado su construcción.
Es una iglesia atípica hecha sobre una cantera y cubierta mediante un disco de cobre gigantesco y vigas de hormigón que asemejan a madera, por dentro tiene una acústica excepcional y un excepcional efecto optico en su cubierta. En el enlace que os dejamos anteriormente, podréis recopilar más datos sobre esta singular Iglesia.
A unos 20 minutos andando nos encontramos con el Parque y Monumento a Sibelius que se construyeron en honor al famoso músico y compositor. El parque de gran belleza y con unos embarcaderos preciosos junto al mar. Dentro del cual se creó un gran monumento abstracto de gran belleza que a primera vista semeja un gran órgano. Con una acústica cuidada, se puede observar como al pasar el viento a través de sus tubos, emiten notas musicales.
Por solicitud de la mayoría de la gente al lado del monumento se colocó una estatua con la cabeza del artista.
Lo que es del todo imposible, es realizar buenas fotos al no parar de llegar turistas asiáticos que invaden el recinto y no dejan de moverse por todos lados con sus cámaras, sin tener el más mínimo respeto por los demás .En unos 30 minutos, dejamos el monumento y nos dirigimos a tomar un café junto a la orilla del mar en un precioso local de madera con mesas de exterior decoradas con flores silvestres. Estábamos tan a gusto que pedimos un par de pasteles caseros que nos supieron a gloria.
Aquí si disfrutamos de paz y de unas maravillosas vistas junto a familias que venían a pasar la mañana del domingo. No dejéis de verlo y de tomar un café en este esplendido kiosko junto al embarcadero.
Nuevamente cogimos el tranvía, esta vez para adentrarnos en los aledaños de la plaza Narinkkatori, una de las más visitadas y concurridas de Helsinki, donde pudimos ver los cines, centros comerciales y varias tiendas de diseño. Pero nuestro objetivo era visitar la Kamppi Chapel of Silence, original capilla cristiana que sorprende tanto por fuera como por dentro. Está revestida por dentro con tiras de madera de fresno y por fuera por madera de abeto. Es un edificio curvado de formas suaves, no teniendo ningún rincón recto. Fue Premio Internacional de Arquitectura 2010 por The Chicago Athenaeum. La entrada es gratuita.
Llegó la hora de comer y lo hicimos cerca de la estación de trenes, para después ir al hotel para recoger las maletas. No os asustéis de los precios, en Helsinki comer fuera es caro. En una pizzeria normal, eso si, con terraza a la calle que se agradecía porque tuvimos un día de sol extraordinario nos "clavaron" 35€ por un par de platos y dos bebidas. Llegaba la hora de irse de Helsinki. Habíamos contratado pasaje en un barco que nos llevaría a nuestra próxima etapa... Tallín (Estonia).
Con antelación, porque no sabíamos la dificultad que tenía embarcar, fuimos en tranvía hasta el puerto de Helsinki.
Nos acercamos a las taquillas de la compañía, para comprobar que teníamos todo correcto y para facturar nuestras maletas. Nos explicaron a que hora se embarcaba y nos dió la posiblidad de pasear por los alrededores (por cierto, llenos de galerías comerciales) antes de que el barco hiciera sonar sus sirenas, avisando de la partida.
Por fin, llegó el embarque y totalmente ilusionados tras comprobar nuestro camarote y de que las maletas se encontraran allí, fuimos raudos a despedirnos de Helsinki desde la cubierta del barco.
El día soleado seguía acompañándonos y fue una delicia ver alejarse la costa de Helsinki y la de sus islas desde la cubierta, que se encontraba abarrotada de gente joven. Una vez perdimos el horizonte de Finlandia, fuimos a explorar el interior del buque.
El barco nos encantó, era grande, moderno con todas las comodidades, pero había algo que no nos cuadraba. ¿Como era posible que viendo el barco que era, tardara más de 12 horas en llegar a Tallín que está apenas a 90 Km.?
La explicación la tendréis en el próximo articulo de este estupendo y divertido viaje del que vinimos encantados. En el barco todo estaba calculado y planificado. Teníamos asignado un horario de cena en un buffet y la verdad que no estuvo nada mal ya que incluía marisco y pescado.
Por cierto, el precio del pasaje muy módico, razón por la que decidimos desplazarnos a Tallín en este medio. Cabina para 2 personas y cena en alta mar incluida por 132 € (los dos). Después de la cena, subimos nuevamente a cubierta para ver anochecer, aunque como os dijimos, en los países nórdicos en verano no llega a ponerse el sol completamente.
Después de unas tres horas de navegación, llegamos al puerto de Tallín. ¿Como era posible? ¿Y entonces el camarote? La explicación os la damos en el siguiente artículo...