Por fin llegaría la tan esperada visita a la ciudad de Jerusalén, tras nuestro periplo de cuatro días recorriendo Israel y Palestina que os hemos contado en Viaje a Tierra Santa. Israel y Palestina (Ruta y consejos). Habíamos salido de la ciudad de Belén muy temprano y tras pasar de forma rápida los controles de acceso, dejábamos Palestina para adentrarnos de nuevo en el estado judío. El autobús avanzaba hacia Jerusalén y el muro de más de 700 kilómetros nos fue haciendo compañía un buen rato. Lamentable situación la que viven en estos territorios.
Nuestra primera parada fue en la Basílica de las Naciones o la Agonía, situada a los pies del Monte de los Olivos y junto al Huerto de Getsemaní. Erigida en 1924 en el lugar tradicional del Jardín de Getsemaní, la Basílica de la Agonía conserva una sección de la base rocosa identificada como el lugar en el cual Jesús orara solo en el huerto la noche de su detención. Si bien no es seguro que éste sea el lugar preciso, el mismo concuerda con la descripción de los Evangelios y la actual iglesia, planeada por el arquitecto Antonio Barluzzi, se erige sobre los cimientos de dos santuarios anteriores: una capilla del siglo XII abandonada en 1345 y una basílica bizantina anterior del siglo IV, destruida por el terremoto de 746.
Las ventanas de la actual iglesia están hechas con un alabastro azulado-purpurino translúcido, que produce un deliberado efecto mortecino en el interior. Seis columnas monolíticas sostienen 12 cúpulas, cuyos interiores están decorados con mosaicos que representan los emblemas nacionales de las comunidades donantes. Esta decoración dio origen al nombre con que es conocida: "Iglesia de Todas las Naciones".
El huerto de los olivos o Huerto de Getsemaní es el lugar donde Jesús oró antes de ser entregado. Los olivos que se encuentran en el huerto parecen ser muy antiguos aunque no se puede precisar su edad.
Volvimos al autobús que nos sube hasta la Puerta de Herodes, por la que accedimos al la ciudad Amurallada de Jerusalén en pleno barrio musulmán. Para seguir mejor la ruta y las peculiaridades de este ciudad consultar nuestro relato Jerusalén, ciudad santa de cristianos, judíos y musulmanes. Descendimos por una estrecha calle llena de tiendecitas hasta llegar a la Vía Dolorosa.
La Vía Dolorosa, en pleno barrio musulmán, es el inicio del conocido Vía Crucis de Jesús tras ser detenido y juzgado. De las catorce estaciones, nueve se encuentran en el barrio musulmán y de la X a la XIV dentro de la Basílica del Santo Sepulcro. Cada uno de estos lugares que hoy recuerdan la Pasión de Cristo está controlado por distintas ramas del cristianismo: griegos, rusos, armenios, etíopes, etc...
I. Jesús es condenado a muerte Se accede al patio de la escuela Al-Omariyya, desde donde se encuentra de inicio del Vía Crucis.
II. Jesús carga con la cruz
La Iglesia de la Flagelación o “Prisión de Cristo” fue construida en el siglo XII. Prácticamente en ruinas en 1838 Ibrahim Pasha, conquistador de Jerusalén, lo cedió a los franciscanos que la reformaron con la ayuda de Maximiliano de Baviera. La que vemos actualmente es nuevamente obra del arquitecto italiano Barluzzi que la reformó en los 30 del siglo pasado. Aquí se reúnen varios edificios de los que era difícil visitar porque estaba todo colapsado de gente.
De nuevo en la calle nos encontramos con varios arcos que la cruzan, la basílica del Ecce homo lugar en donde Pilatos enseña a Jesús al pueblo con las palabras Ecce Homo, que viene a significar "el hombre está aquí".
III. Jesús cae por primera vez En el Cruce de la Vía Dolorosa con la calle que desciende desde la Puerta de Damasco, es el lugar asociado a la primera caída de Jesús. Aquí se construyó a mediados del siglo XX una capilla, con fondos de soldados polacos, que recuerda el hecho.
En este punto el colapso de la calle es absoluto: puestos de venta con mostradores al exterior, turistas a tope y guías, como la nuestra, intentando explicar. Un follón total y junto a todo este gentío unos cuánto militares israelíes, armados hasta los dientes, contemplando a la gente. Impresiona y mucho.
IV. Jesús se encuentra con María, su madre
Iglesia del siglo XIX controlada por los católicos armenios y aquí se cree que Jesús se encontró con su madre. En este punto uno piensa que se le ha echado muchísima imaginación para reconstruir los pasos de Jesús, pero sin que nadie se moleste es una apreciación muy personal.
V. Simón de Cirene ayuda a Jesús a cargar con la cruz
Esta estación se encuentra en una casa esquinada del siglo XIV y desde entonces se la conoce como la casa de Simone el Fariseo, donde una mujer pecadora ungió los pies del Maestro y ya en el siglo XIX se eligió como el lugar a recordar a Cirineo. Desde este punto la Vía dolorosa asciende por una de las calles más bonitas y pintorescas de la ciudad de Jerusalén, con una larga fila de arbotantes que sostienen los edificios medievales, toda la calle llena de tiendas y un gentío enorme que hacía difícil caminar y no perderse del grupo. Es el camino hacia el Gólgota, no os preocupéis porque está todo señalizado y tan solo hay que seguir a los grupos que van con cruces o los que cantan y se paran en cada uno de los espacios a rezar. Esto quizás fue una de las cosas que más nos impresionó, el fervor religioso de algunos o la alegría de otros al encontrarse en este lugar.
Se suceden las estaciones: VI. Verónica enjuga el rostro de Jesús, VII. Jesús cae por segunda vez, VIII. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén y llegamos a la IX. Jesús cae por tercera vez. Aquí se deben subir unas escalinatas para llegar al patriarcado copto en el que se recuerda la tercera caída de Jesús y lo más bonito es la terraza que se extiende y sobre ella la cúpula de la capilla de Santa Elena. Hoy es la residencia de los monjes etíopes y por un estrecho pasaje llegamos a la Basílica del Santo Sepulcro.
Estábamos a punto de visitar uno de los iconos más importantes para los cristianos en la ciudad de Jerusalén, la Iglesia del Santo Sepulcro. En en el interior termina el Vía Crucis con sus últimas Cuatro Estaciones. en las que Jesús murió, fue enterrado y resucitó, todo ello custodiado bajo el control de varias ramas del cristianismo : los ortodoxos griegos que tienen aquí sede patriarcal, los ortodoxos armenios y los católicos, con menos participación también están los coptos, siríacos y etíopes egipcios.
Frente al atrio contemplamos por primera este lugar que tantas veces habíamos visto en imágenes. Ya intuíamos que no sería muy grato porque había un tapón tremendo para acceder al lugar e igual para los que querían salir. Según los textos sagrados este lugar en el siglo I existía una colina llamada Gólgota situada a las fuera de las murallas de Jerusalén, aquí había una cantera de piedra caliza que se utilizaba como cementerio y como campo de crucifixión. A lo largo de los siglos y los avatares de la ciudad este lugar quedó dentro sus murallas. tras investigaciones arqueológicas parece ser que aquí fue el lugar de la muerte de Jesús onde reposó su cuerpo. Todo este se encuentra encuentra hoy dentro de la Rotonda de la Iglesia del Santo Sepulcro, mientras los restos de la vieja cantera se han encontrado bajo la Capilla de Santa Helena.
La localización de estos santos lugares, en Jerusalén como en el resto de la zona, fue gracias a la intervención de Helena, madre de Constantino, que emprendió un viaje a Tierra Santa en el siglo III d.C. con el único cometido de encontrar los lugares santos donde Jesús había vivido para honrarlos levantando iglesias y en este caso de Jerusalén una basílica por expreso deseo y mandato de su hijo. En Jerusalén habló con los cristianos y estos le fueron indicando el lugar donde la tradición decía que había muerto Jesús. Había un templo dedicado a Venus que mandó destruir y se construyó la primera basílica del Santo Sepulcro que se mantuvo en pie durante siete siglos. Conquistas, cruzados, hicieron que se levantara una nueva iglesia en el siglo XII y desde entonces ha sido ampliada y reformada hasta la actualidad.
Cuando la guía terminó de hablar entramos, por fin y no sin problemas, al interior de la Basílica. El tapón en la puerta se genera porque nada más entrar a la derecha hay unas colas tremendas para acceder por unas escaleras a la capilla dónde se encuentra la estación X. Jesús es despojado de sus vestiduras y desde aquí se sigue al Gólgota donde está la XI. Jesús es clavado en la cruz, la XI. Jesús es clavado en la cruz, XII. Jesús muere en la cruz y la XIII. Jesús es bajado de la cruz. Está claro que con la cantidad de gente fue imposible subir.
Sí pudimos pararnos y detenernos en la Piedra de la Unción, lugar donde Jesús reposó después de muerto cuando fue entregado a sus familia. Nuevamente nos llamó mucho la atención cómo la gente rezaba y se tumbaba posando parte de su cuerpo en el lugar. Esta piedra única para el cristianismo es junto a otras dos, de las que os hablaremos más adelante, una de las más sagradas de la humanidad.
Cuando intentamos dirigirnos a la zona del Santo Sepulcro, nos impidieron el acceso de la cantidad de gente que había y porque centenares de frailes, no sabríamos deciros de corriente cristiana, se disponían a realizar una procesión en el interior. En fin, que salimos de allí agobiados y con la sensación de peligro con semejante cantidad de gente.
Por su historia, por lo que cobija, por lo que representa para varias religiones, por estar en Jerusalén la ciudad más representativa y sagrada de las tres religiones monoteístas, había que visitarlo pero lo intentaríamos por la tarde. Decir que la simplicidad de su fachada no nos anticipó lo que veríamos dentro.
Tras la imposibilidad de visitar el Santo Sepulcro por la cantidad de gente que había, la guía decidió que volveríamos por la tarde. Mala decisión la que tomó la nefasta guía que nos acompañó durante el viaje, pero eso os lo contaremos en su momento. Seguimos camino por el Barrio Cristiano, mucho más relajado y con menos gente hasta llegar a la Puerta de Jaffa desde donde se puede ver la Ciudad del Rey David y la Torre de David, en uno de los extremos del Monte de Sión del que hablaremos más adelante.
Fuimos a comer en un Restaurante en el Barrio Armenio: Bulghourji, con una comida bastante decente. Aquí repetiríamos la comida del siguiente. Y sin tregua continuamos ruta por las Murallas del Barrio Armenio para salir de nuevo de la ciudad amurallada por la hermosa Puerta de Sión. Fue construida por sultán otomano Solimán en 1540 para dar acceso al Cardo o calle de los judíos, tiene una curva muy pronunciada en la muralla para detener el ataque de los enemigos. Saliendo de ella nos conduciría al monte del mismo nombre.
El Monte Sión es uno de los más grandes, más antiguos y más significativos lugares de Israel. Este monte, que es la colina suroriental de la ciudad de Jerusalén, era una fortaleza jebusea que el rey David conquistó hace más de 3000 años y que convirtió en su capital. El Monte Sión llegó a identificarse tanto con David que fue llamada "la ciudad de David", y muchos creen que ese fue su lugar final de descanso. El Monte Sión también se consideró como el lugar donde Dios moraba, quizás porque es el punto más alto de Jerusalén (765 metros), desde donde se divisa toda la ciudad.
Abadía de la Dormición o la Iglesia de los Alemanes fue nuestra primera visita en el Monte de Sión. Es una iglesia de planta redonda construida en 1900 sobre los restos de una iglesia bizantina, cuenta con con varias capillas y una cripta donde la tradición cristiana sitúa el Transito de la Virgen María por intervención de su hijo la subida al cielo, aquí también sitúa la tradición la casa de Caifás, el sumo sacerdote.
La Tumba del Rey David y el Cenáculo conviven en un mismo edificio. Éste está sobre la que fue una basílica de cinto naves del siglo V, tras varias destrucciones y reconstrucciones los franciscanos recuperaron el edificio en el siglo XIV aunque después fueron expulsados por los mamelucos y se convirtió en mezquita. Al Cenáculo, lugar de la última cena se accede por una puerta en la planta superior. En una capilla gótica tienen una rama de olivo y aquello estaba absolutamente lleno; gentes de distintas ramas de cristianismo orando y algunos grupos hasta entrando en éxtasis, realmente nos quedamos alucinados con lo que poder de la fe y la imaginación puede hacer en el ser humano. Fue un espectáculo indescriptible.
Seguidamente bajamos a la tumba del rey David, un lugar muy venerado por los judíos ya que este rey unificó las doce tribus y estableció la capital de su reino en Jerusalén. Para visitar la tumbas hay que hacerlo de forma separada mujeres y hombres, éstos se deben poner una kipá.
Desde aquí volvimos a entrar por la Puerta de Sión y volvimos al Santo Sepulcro. Si por la mañana había gente a las cuatro y media de la tarde era prácticamente imposible entrar pero lo hicimos entre empujones y siendo prácticamente imposible moverse. Nos pusimos en la cola para acceder a la tumba. Tras casi una hora de pie aquello no se movía, volvieron a cerrar el acceso y empezaron a llegar grupos de sacerdotes y de gente, rezos y prioridad en el acceso. Tal era el colapso que decimos salir de allí y prescindir de bajar al Santo Sepulcro. Debemos ser de los pocos viajeros que salen de Jerusalén sin visitarlo, tan desagradable había sido el intento que decimos no volver a intentarlo en los días siguientes.
Nosotros desde aquí nos fuimos al Muro de las Lamentaciones, queríamos ver el inicio del Sabat y comprobar si teníamos mejor suerte que en el Santo Sepulcro. El Muro de las lamentaciones es otro de los lugares más venerados de la ciudad de Jerusalén en este caso por los judíos, en su forma original, el Mabka, significa el muro del llanto y hace referencia a la práctica de los judíos de ir a este lugar para lamentarse por la destrucción del Templo.
El Primer Templo de Jerusalén o Templo de Salomón fue construido en el siglo X a. C. por el Rey Salomón, hijo del Rey David, para contener el Arca de la Alianza en cuyo interior se custodiaban las sagradas Tablas de la Ley entregadas por Dios a Moisés en el Monte Sinaí. Este templo fue destruido por los babilonios en el 586 a.C. El Segundo Templo fue reconstruido por Esdras y Nehemías a la vuelta del Exilio de Babilonia pero fue nuevamente destruido en el año 70 de nuestra era por los romanos. En este momento comienza la diáspora del pueblo judío, que siempre deseó volver.
El Muro de las Lamentaciones es el muro exterior del Templo que permaneció en pie y de acuerdo con la leyenda, el emperador ordenó que esa parte quedará en pie para que los judíos no olvidaran que Roma había vencido a Judea de forma definitiva. Sin embargo los judíos lo atribuyen a la promesa hecha por Dios al pueblo Judío en la que siempre quedaría una parte del templo en pie como muestra de la alianza perpetua con este pueblo. Los judíos llevan rezando frente a este muro durante los últimos dos mil años, entendiendo que este es el lugar más sagrado de la Tierra, ya que no pueden acceder al interior de la Explanada de las Mezquitas, que sería el más sagrado de todos, aunque consideran que está profanado. El Muro de las Lamentaciones es uno de los muros sobre el que se extiende la Explanada de las Mezquitas, pero de eso hablaremos en breve.
El acceso al Muro de las Lamentaciones se puede hacer desde varias zona de la ciudad Vieja de Jerusalén, en todas ellas hay que pasar controles de seguridad teniendo que abrir bolsos y mochilas. Este primer día accedimos por una de las entradas en el Barrio Musulmán que es especialmente espectacular porque se ve perfectamente la Explanada del Templo y el Muro de las Lamentaciones. Una vez dentro no dejaba de llamar la atención la cantidad de gente orando, recordad que era viernes y el inicio del Sabat, la concentración de ultraortodoxos vestidos de negro con esos sombreros negros de piel ( no sabemos si también la llaman Kipá) y los tirabuzones nos dejaron atónitos.
Había mucha, muchísima gente en toda la zona. Hay que tener cuidado con las cámaras porque nos invitaron a guardarlas varias veces pero estaba claro que debíamos perpetuar el momento. El muro está dividido en dos zonas, una para mujeres y otra para hombres, ellas deben vestir con decoro y normalmente llevaban la cabeza tapada con un pañuelo y ellos deben ponerse la Kipá.
Había que intentar llegar hasta el muro y dejar nuestro papel en él. Intentamos ser extremadamente respetuosos y no interferir es sus rezos y lamentos. Según la visión de Pilar, la zona de mujeres estaba muy relajada, muy llena de madres con niños pequeños, y se podía llegar sin problema hasta el muro, dejar tu deseo, tocarlo y parar unos segundos aunque tan solo fuera para saborear el momento que estaba viviendo. Según la visión de Paco, tras ponerse la kipá e intentar llegar al muro sintió momentos de tensión porque más de un rabino y algún que otro ultra lo miraron e incluso lo pararon, pensó que su camisa azul vaquera entre tanto negro destacaba demasiado; llegó, pero casi le resultó imposible poder tocar el muro.
Impresionados por la experiencia vivida, ya nos quedaba sentarnos un rato a a contemplar el ir y venir de los judíos, los grupos de jóvenes cantando, hablar con la gente que nos rodeaba y esperar al grupo para retornar al hotel. Cena y como no, un café sentados en el jardín de olivos de nuestro hotel, Siete Arcos, con la ciudad de Jerusalén iluminada a nuestros pies. Momento mágico al que la fotografía no hace justicia.
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