La ciudad de Santa Ana, los pueblos de la Ruta de las Flores entre ellos Izalco, Nahuizalco, Salcoatitán, Juayúa y el más bonito Concepción de Ataco, la Joya de Cerén el único poblado maya que se conserva siendo Patrimonio de la Humanidad , el Lago de Coatepeque y San Salvador fueron los lugares de El Salvador que visitamos en tres días en nuestra ruta de 21 días por libre que os hemos contado en Viaje a Guatemala, Honduras, El Salvador y Panamá: vuelos, ruta, hoteles y datos prácticos.
Llegábamos a El Salvador por carretera con un conductor privado para nosotras, habíamos salido de Copán en Honduras sobre las 11 de la mañana, tuvimos que atravesar de nuevo el paso fronterizo de El Florido entre Honduras y Guatemala, al salir de Honduras sellado de pasaporte pero ya no hubo que pagar nada y después sellar entrada a Guatemala. Tras dos horas y media de coche llegábamos al paso fronterizo de Anguiatu entre Guatemala y El Salvador, nuevamente sellado de salida de Guatemala, esta vez ya decíamos adiós a este país que tanto nos había gustado, y pasamos los controles de El Salvador, aquí ya no hubo sello de entrada. Ya fuera de las oficinas había cambistas y cambiamos los quetzales que nos quedaban a dólares, pues en El Salvador desde 2001 la moneda oficial es el dólar americano. Algo que me pareció raro es que en ninguna de las fronteras que pasamos nos revisaron el equipaje ni siquiera hubo que bajarlo del coche.
Continuamos ruta hacia Santa Ana por la carretera Panamericana y un tramo de sesenta kilómetros que tenía que ser de una hora se convirtió en dos y llegábamos a la ciudad, pasadas las tres de la tarde, y nuestro plan de ver ese día La Joya de Cerén camino de San Salvador se vino abajo ya que cerraba a las cuatro de la tarde. Visto lo visto, nos tocaba comer y dar un paseo por la ciudad.
Santa Ana es la segunda ciudad mayor de El Salvador, conocido como el pulgarcito de América, tras la capital. Su nombre actual lo recibió en 1812 ya que anteriormente se llamaba Sihuatehuacán o Ciudad de sacerdotisas. Percibimos una ciudad muy tranquila y animada llena de familias disfrutando de los puestos de comida callejera, de la música del templete con un volumen insoportable, en definitiva una ciudad viva que no te hacía sentir que estabas en uno de los países considerados como los más peligrosos de América a no ser por los vigilantes que había por todos lados con rifles colgados al hombro que eso impone.
Aparcamos en la Plaza Central y comimos en Simmer Down, un restaurante precioso y con buena carta de comida local y pizzas adaptadas a los sabores salvadoreños. Un lugar muy recomendable en esta ciudad. Tras la comida hicimos una pequeña ruta por los alrededores de esta plaza que ya a las cuatro de la tarde bullía de gente, estaban empezando las celebraciones de Santa Ana que son del 17 al 27 de julio.
Tras la comida hicimos una pequeña ruta por los alrededores de esta plaza que ya a las cuatro de la tarde bullía de gente. Lo primero entrar en la Catedral neogótica, sí estaba abierta, la mayor de América Central. A pesar de que fue reconstruida en 1905 es un ligar muy bonito.
En otro lateral de la Plaza de la Libertad se encuentra el Teatro Nacional de estilo neoclásico francés, tiene visitas guiadas pero estaban suspendidas desde la pandemia y para entrar había que pedir un permiso especial que no teníamos.
En otro lateral de la Plaza el Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento, de estilo ecléctico que comenzó a construirse a finales del siglo XIX. Todos estos edificios están declarados Monumentos Nacionales.
A continuación el Casino de la ciudad, de estilo barroco, en el que se hacen eventos especiales.
Nuestra ruta continuó hasta la ciudad de San Salvador, capital del país, donde pasaríamos las dos noches siguientes. Habíamos elegido un hotel pequeñito en la zona rosa de la ciudad, llamado Cinco B&B con desayuno y con un restaurante para poder cenar a la vuelta de nuestras excursiones porque no sabíamos en qué condiciones estaba el país tras el estado de excepción declarado unos meses antes.
Para nuestro SEGUNDO DÍA habíamos contratado una excursión con Salvadorean Tours para hacer la conocidísima Ruta de la Flores. Lo mejor de todo fue nuestro guía Benjamín Franklin, sí ,su nombre como el fundador de los EEUU, un gran conocedor de su país y un enamorado de su país que nos hizo pasar un día magnífico. Nos recogió en nuestro hotel a las ocho y media de la mañana y con él ya venían dos americanas jovencísimas de Washington, llamadas Sara y Hannah, que resultaron ser encantadoras y este sexteto que formamos fue muy interesante, aunque al conductor no le oímos pronunciar palabra.
Dirección al oeste, a las colinas de Apaneca, entre los departamentos de Ahuachapán y Sonsonate, donde se encuentran los pueblos que conforman La Ruta de las Flores, pasamos por la ciudad de Armenia en la que había nacido Consuelo, la mujer de Saint-Exupéry, autor de la famosa novela El Principito.
Hicimos una pequeña parada en uno de los miradores rodeados de campos de maíz en el que se veían tres de los grandes volcanes del país, Izalco conocido como el Faro del Pacífico, Cerro Verde y Santa Ana. Aquí la temperatura era más suave que en la capital o en Santa Ana y mientras Benjamín iba hablándonos de la cultura del café en su país, el arte callejero que veríamos, la gastronomía y los mercados locales.
A partir de aquí empezaban las visitas a cinco de los pueblos que conforman esta ruta, yo diría que el orden estaba muy meditado para ir de menor a mayor interés de cada uno de ellos, con lo cual cada parada superaba a la anterior. Visitamos, por este orden Izalco, Nahuizalco, Salcoatitán, Juayúa y Concepción de Ataco. Toda nuestra experiencia os la contaremos en Qué ver en la Ruta de las Flores.
Nos llevó desde Ataco dos horas en volver a San Salvador, con una tormenta de esas importantes. Ya en el hotel de nuevo y totalmente de noche, nos quedaba cenar, una buena ducha y contemplar la tormenta que parecía iba a hundir el techo de la habitación.
Era tercer y último día en El Salvador, el tiempo había transcurrido muy rápido, sabíamos que también nos recogería Benjamín para hacer la ruta que habíamos contratado que era recorrer San Salvador, ir hasta el volcán Boquerón y el pueblo de Santa Tecla. El día anterior ya le pedimos que si no había más gente para la ruta preferíamos hacer la Joya de Cerén, no pudimos visitarla el primer día de viaje y dedicar la tarde a la ciudad para después que nos llevara hasta el Aeropuerto de Internacional de Monseñor Romero donde a las 21,30 tomaríamos un vuelo de Avianca con destino a Panamá.
En nuestro TERCER DÍA Madrugamos como todos los días, a las siete estábamos desayunando, cerramos maletas para dejarlas en recepción y a las ocho y media, puntualísimo, llegó Benjamín. Venía solo y no teníamos que recoger a nadie, con lo cual podíamos ir a conocer La joya de Cerén que había sido uno de los motivos para incluir al Pulgarcito de América en nuestra ruta.
Ponemos rumbo al norte y en una hora, sin tráfico ya que era domingo, llegábamos a La Joya de Cerén, el yacimiento maya más al sur conocido, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1994. Se trata de un poblado maya donde vivían agricultores y que hoy se conserva porque quedó sepultado entre las cenizas de la erupción del volcán Loma Caldera, situado a menos de 1 km del asentamiento, en el siglo VII algo similar a lo que ocurrió en Pompeya y Herculano en Italia. Todo lo relacionado con esta visita os lo contaremos en La joya de Cerén, el único poblado maya conservado.
Antes de llegar a Cerén habíamos hecho una parada en un mirador donde veríamos el Volcán el Boquerón y donde se aprecian los únicos campos de lava del país que no han sido cubiertos por la vegetación.
Seguimos hacia el norte para conocer el Lago Coatepeque, no estaba previsto en la ruta pero Benjamín insistió en que no nos podíamos marchar de su país sin conocer uno de los lugares más bonitos de él. ¡Sin lugar a dudas tenía mucha razón!. como no podía ser de otra manera en un país en el que existen unos veinticuatro volcanes de los que catorce están activos, el Lago de Coatepeque es de origen volcánico teniendo en medio del lago una isla que es también un volcán. Tiene una altitud de 745 metros sobre el nivel del mar y una superficie de 25.3 km cuadrados con una profundidad de 115 metros. El topónimo “Coatepeque” significa “Cerro de Culebras” en lenguaje náhuatl, que está representada en algunos de los miradores y restaurantes con mesas al lago.
El Lago Coatepeque en el año 2013 participio para ser la octava maravilla del mundo donde obtuvo el segundo lugar por detrás del Parque Nacional Torres del Paine en Chile. Hoy es uno de los destinos preferidos de locales y turistas para la practica de deportes de agua.
Benjamín quería que comiéramos en uno de los restaurantes del lago, pero con las experiencias del tráfico en días anteriores no quisimos arriesgarnos y preferimos ir a San Salvador a comer para tras la visita recoger maletas e ir al aeropuerto que sin tráfico estaba como a una hora de la ciudad.
Le pedimos que nos parara en un restaurante para comer popusas, el plato nacional, que todavía no las habíamos comido y esta sería nuestra última oportunidad. Lo hicimos en el barrio Escalón a las afueras de San Salvador, en un restaurante llamado Típicos Margoth. En la puerta un vigilante armado hasta los dientes y esto es algo que me puso muy nerviosa en estos días en El Salvador, daba más seguridad estar en la calle entre gente que meterte en sitios cerrados con estos hombres armados, esto indica que los asaltos deben ser frecuentes aunque por suerte no vimos ninguno ni ningún conato de conflicto.
No es un sitio de lujo pero sí muy popular en la ciudad. Tiene un cartel gigantesco con mil y una especialidades de popusas, hicimos nuestra petición y nos sentamos a esperar a que nos llamaran para recoger la comida. La verdad que estaban deliciosas, a mí me encantaron las de queso y la de chicharrones. Aquí también hay una panadería y vendían además dulces que estaban deliciosos.
Pusimos rumbo hacia el centro de San Salvador y desde un parking en un centro comercial o mercado que han hecho en pleno centro para quitar todos los puestos callejeros y concentrarlos en un mercado cerrado, la cosa pintaba mal porque las calles estaban todas levantadas y vimos unos edificios preciosos pero en estado ruinoso, llegábamos a la Plaza Gerardo Barrios el centro de San Salvador, en homenaje al General que presidió en país entre 1859 y 1863 siendo considerado el héroe de la independencia salvadoreña.
En esta misma plaza se encuentra el Palacio Nacional, quizás el edificio más bonito más bonito de la ciudad. Ha sufrido modificaciones a lo largo de su historia, la última motivada por un incendio; no pudimos visitarlo porque estaba cerrado pero tampoco hubiéramos tenido tiempo. En su fachada se encuentran dos esculturas que representan a Cristóbal Colón y a la Reina Isabel la Católica, donadas por el Rey Alfonso XIII en 1924. El actual edificio de comenzó a construir en 1903 con un impuesto sobre el café que se exportaba en el país.
A la izquierda del Palacio Nacional levantarán la La biblioteca Nacional, llamándonos mucho la atención que lo harán con financiación China, no pudimos enterarnos si en el lugar antes se encontraba dicha biblioteca.
En el otro extremo de la plaza se encontraba la Catedral Metropolitana de San Salvador, edificada en honor al Divino Salvador del Mundo. Su construcción es nueva ya que fue destruida por un terremoto en el año 1873. En su interior se encuentra la cripta de Monseñor Romero, considerado como uno de los mártires del país y varios óleos que representan su imagen.
Seguimos hasta la Plaza Morazán, un lugar de reunión de los salvadoreños para ver el Teatro Nacional, uno de los más antiguos de Centroamérica. Como casi todos los edificios del país sufrió con los terremotos e incendios y el actual edificio se comenzó a construir en 1911. Tiene una capacidad para 650 espectadores y fue declarado monumento nacional en el año 1979.
Desde aquí atravesamos unas calles estrechas llenas de puestos callejeros, muy animadas y en un estado lamentable todos sus edificios, aunque en las fotografías aparecen como un lugar llenos de color.
Llegábamos a la Plaza Libertad ubicada en el centro histórico de la ciudad de San Salvador, este lugar es considerado como el inicio de la expansión capitalina a mediados del siglo XVI, ya que aquí se crearon la Plaza Mayor o Plaza de Armas los españoles alrededor de 1545, después se llamó Plaza de Dueñas y en el siglo XX se le puso este nombre actual pues cuentan que en 1811 se pronunció el primer grito de la independencia de Centroamérica. En homenaje a este acontecimiento en el centro de la plaza se encuentra un monolito con el Ángel de la Libertad, el cual sostiene coronas de laureles en ambas manos.
Con el crecimiento comercial de la capital, se construyeron los vistosos edificios con portales, si estuvieran arreglados y cuidados, su origen es d la segunda década de 1920. En el momento de nuestra visita la plaza estaba más que animada con gente que se pasa la tarde bailando y disfrutando del día sin lluvia.
En uno de los laterales de la plaza se encuentra un curioso edificio moderno, la Iglesia del Rosario que fue la última iglesia en ser levantada en la capital. Tampoco pudimos ver su interior porque estaba cerrada pero nos aseguraron que era muy interesante por los colores que generan sus vidrieras y por la falta de pilares que obstaculicen la visibilidad, además de que aquí reposan los héroes de la independencia salvadoreña.
Finalizada nuestra visita al centro, teníamos que ir a nuestro hotel para recoger maletas y poner rumbo al aeropuerto. Pasamos por uno de los lugares más queridos de los salvadoreños que es la Plaza Salvador del Mundo con un monolito de mármol y sobre él una imagen de Jesús con el globo terráqueo. No tengo foto porque en el coche y un tráfico denso fue imposible parar. Y ya en el aeropuerto nos despedíamos de Benjamín Franklin, una excelente persona y un magnífico guía. También nos despedíamos de un país que nos gustó mucho en el que esperamos solucionen sus problemas de seguridad y se pueda mover cualquier persona con total tranquilidad.
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