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Turisteando el mundo

  • Foto del escritorPilar y Paco Viajeros

Alto Svaneti desde Mestia (UNESCO). Georgia


Mestia, Georgia
Alto Svaneti desde Zuruldi

El Alto Svaneti o Zemo Svanatia en Georgia en pleno Cáucaso fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1996 por la Unesco y dice así: “Preservada por su largo aislamiento, la región del Alto Svaneti del Cáucaso es un ejemplo excepcional de paisajes montañosos con pueblos de tipo medieval y torres”. Con esta presentación teníamos claro cuando preparábamos nuestro Viaje al Cáucaso: Georgia, Armenia y Azerbaiyán, con escalas en Estambul y Viena, que había que visitarla.


Las imágenes que veíamos eran impresionantes y los relatos de viajeros que leíamos iban a esta zona para hacer marchas de alta montaña o alpinistas para escalar las cumbres nevadas, además hablaban de la cantidad de horas que se necesitaban para llegar hasta la zona. Nosotros no nos desanimamos y empezamos a buscar opciones porque teníamos claro que conocer las altas montañas del Cáucaso con picos de más de 5000 metros de altitud y estas poblaciones que durante siglos habían permanecido aisladas ¡Las teníamos que conocer!


Los svans, así se llaman sus habitantes, tienen su propia lengua o dialecto, el svanuri, que para los georgianos o rusos que son sus vecinos es ininteligible. Estos hombres y mujeres no fueron víctimas del feudalismo y siempre fueron personas libres; su modo de vida la agricultura y la ganadería, organizándose como comunas donde tanto hombres como mujeres elegían a sus representantes. Para los estudiosos de las sociedades primitivas y para los historiadores, esta región y sus habitantes, son considerados como el Cáucaso en estado puro. La carretera que une Mestia, la mayor población de la zona, con Zugdidi se terminó de construir en 1934.

Alto Svaneti, Georgia
Mestia desde el aire

Junto a los paisajes de infarto que han acogido a los svans, se encuentra un gran número de torres construidas entre los siglos XI y XII como sistema defensivo que dan al paisaje unos paisajes de postal. Todo esto lo queríamos conocer pero sin hacer montones de horas en transportes colectivos sin ni siquiera aire acondicionado.


Preparando el viaje a Georgia encontramos una compañía aérea que realizaba vuelos a Mestia, localidad desde donde se puede empezar a recorrer la zona. Se llama Vanilla sky de la que ya os hablamos en la ruta de nuestros nueve días en en Georgia y que podéis leer en “ Qué ver y visitar en Georgia, un país de "claroscuros" en nueve días“ .Los vuelos los hace desde Natakhtari, un aeródromo a unos 20 minutos de Tbilisi y te recogen desde la ciudad para llevarte allí de forma gratuita; los vuelos tiene una duración de algo menos de 1 hora y su precio era de 90 laris por trayecto y persona, unos 30€. Cuando sacaron los horarios de verano, queríamos ir un domingo y volver el lunes pero fue imposible porque el domingo no tenía plazas, así pues decidimos salir el lunes a las 9 de la mañana y volver a Tbilisi el mismo lunes a las 19 horas. Compramos los vuelos y a esperar a que llegara la fecha.


El lunes 8 de julio era un gran día en nuestro viaje a Georgia, a las 7,30 de la mañana estábamos en la Plaza de la Primera República frente a la bicicleta desde donde un transfer nos llevaría al aeródromo de Natakhtari.

Plaza de la Primera República de Tbilisi

Un total de 21 personas a las que pesan y con restricciones de equipaje a 15 kg, emprendimos esta aventura tan especial que nos llevaba a sobrevolar el Gran Cáucaso .

Aeródromo de Natakhtari

El vuelo fue absolutamente maravilloso, olvidándote del ruido de los motores, porque las imágenes que nos fue regalando la escasa hora en el aire eran preciosas, ya por esto merecía la pena llegar a uno de los lugares más remotos del país.

Sobrevolando Natakhtari
Georgia
Cáucaso desde el aire
Georgia
Cáucaso desde el aire
Georgia
Cáucaso desde el aire

El aeropuerto de Mestia es modernísimo pero muy pequeñito, fue diseñado arquitecto Jürgen Mayer y abierto en diciembre de 2010 en un intento del gobierno georgiano de abrir la zona al turismo.

Mestia, Georgia
Aeropuerto de Mestia

Después de bajarnos del avión buscamos un taxi para que nos acercara a la reciente estación de esquí de Hatsvaliu, la más cercana a Mestia pero no estaba abierta así que fuimos a un punto intermedio en el que se conecta para llegar a la estación de Zuruldi, el taxista nos dijo que sí estaría abierta. Se encuentra a unos 8 kilómetros de Mestia por una carretera llena de curvas en plena montaña; suponemos que en invierno debe ser un pelín peligroso aventurarse por ella sin un coche preparado para ello.

Allí ya a una altitud de más de 1800 metros, teniendo en cuenta que Mestia está a unos 1500 metros, compramos nuestras entradas de 15 laris por persona para subir en el telesilla a la parte más alta. El paisaje verde cargado de pequeñas florecillas, la inmensidad de las montañas que nos rodeaban, la vista de la nieve perpetua en algunas cumbres era absolutamente maravillosas; estábamos felices por haber llegado hasta el lugar porque se puede disfrutar del entorno sin hacer marchas o escaladas. Ante nuestros ojos irían apareciendo glaciares, espesos bosques, praderas verdes, las cimas más altas de la zona con el Shkhara (5.193m) y el Ushba (4.700m) con sus dos cumbres gemelas.

mestia, Georgia
Alto Svaneti subiendo a Zuruldi
Mestia, Georgia
Alto Svaneti subiendo a Zuruldi

Cuando llegamos al final del telesilla y nos bajamos sin matarnos (no para cuando estás arriba tan solo relentiza la marcha) Fuimos a un café que había con una maravillosa terraza con vistas del alto Svaneti que nadie que vaya a Georgia debería perderse. Desayunamos tranquilamente, observamos lo que nos rodeaba e hicimos cientos de fotografías.

Mestia, Georgia
Desayunando en Zuruldi
Mestia. Georgia
El Gran Cáucaso desde Zuruldi

Decidimos emprender el descenso y las vistas desde el telesilla eran todavía más bonitas que a la subida.

Mestia, Georgia
En el telesilla retornando a Mestia
Mestia, Georgia
Maravillas del Cáucaso

Nos estaba esperando el taxista para llevarnos al pueblo de nuevo pero antes nos metió por unos caminos de locura, nosotros pensando que se había equivocado de ruta pero no, no se había equivocado y es que nos llevó a un manantial donde al agua salía gasificada y el río Mestiachala corría encajonado entre flores y pinos. Increíble.

Georgia
Degustando agua gasificada de manantial en Mestia
Georgia
Río Mestiachala en Mestia

Mestia, de la que no hemos hablado todavía, es la capital comarcal y la localidad más poblada del Alto Svaneti, con algo más de 2000 habitantes. Se sitúa a unos 1500 metros de altitud y es el lugar favorito de turistas para emprender las rutas por el Cáucaso, entre ellas una de las más famosas es la del pueblo de Ushguli el más remoto de la zona al que se accede en 4x4 y sus 40 kilómetros desde Mestia se realizan en más de 2 horas.

Dimos una vuelta con el taxi por la parte alta de Mestia para conocer algunas de sus edificaciones de piedra y ver sus famosas torres vigía de los siglos XI Y XII. Es realmente hermoso pero lo tienen todo absolutamente penoso y muy mal conservado. Una vez más Georgia nos mostraba su imagen de "claroscuros".

Georgia
Mestia y sus torres
Georgia
Torres medievales de Mestia

Llegamos a la Plaza de Mestia que es el centro de la vida social de la zona, donde nos dejó el taxista y quedamos con él a las 6 de la tarde en el mismo lugar para que nos acercara al aeropuerto. Y menos mal que nos dio su teléfono por si necesitábamos algo. Lo entenderéis un poco más adelante.


Dimos un paseo por la zona, sin demasiado interés y muy mal conservado con un montón de hoteles y restaurantes cerrados; la oficina de turismo también estaba cerrada y menos mal que encontramos un banco para cambiar algo de dinero. Quizás, al menos para nosotros, lo más bonito de la Plaza es una escultura modernísima de la reina Tamar o Tamara nacida en Miskheta en el siglo XII que convirtió el país en uno de los reinos cristianos más extensos y ricos de la zona; un personaje legendario admirado todavía hoy en Georgia.

Georgia
Escultura de la Reina Tamar en Mestia

Como eran casi las 2 de la tarde decidimos comer en el único restaurante abierto en la plaza, la elección fue buena y la comida excelente. Cuando estábamos con los postres y el café, preparando el par de horas que nos quedaban en la ciudad para visitar Casa Museo de los Margiani, una vivienda tradicional de Svaneti y comprobar después si el Museo Etnográfico estaba abierto, sonó el móvil. Un e-mail de la compañía aérea avisando que nos cancelaban el vuelo de las 6 de la tarde por mal tiempo. ¿Mal tiempo?, ¡si hacía un sol espléndido!. Les contestamos y por única respuesta nos dijeron que lo sentían y que nos devolverían el importe del billete.

¿Y ahora qué? Habíamos visto desde dónde salían las camionetas pero a Tbilisi ya se había marchado la última y solo podíamos comprar un billete hasta Zugdidi a las 18,30 horas y allí había que enlazar con otra hasta la ciudad de Tbilisi y comprar el billete al conductor. Eran las tres y media pasadas y había que esperar allí tres horas y sin saber si tendríamos plaza para continuar a Tbilisi no nos hacia ninguna gracia. La solución fue enviar un wassap al taxista para ver si nos podía llevar a hasta Tbilisi, la respuesta fue sí y el precio que nos dio fue de 350 laris, unos 110 €. Quedamos a las cuatro con él. Apareció muy acicalado y nos subimos en el taxi. La carretera en obras era un infierno, los precipicios del camino increíbles y nuestro estado de estrés iba en aumento, a todo eso sumar que empezó a empeorar el tiempo (como avisaron de la compañía aerea). Llovía a cantaros cuando se empeñó en dejarnos en Zugdidi para tomar el tren a destino pero no sabía horarios y si habría tren; le dijimos que no y entonces empezó a fingir una avería en el coche; casi dos horas circulando a 40 kilómetros. Por fin nos dijo que había contactado con otro taxi y que nos llevaría a Tbilisi por el mismo precio.

Gerogia
Adiós Mestia

Cuando cambiamos de coche, ya fuera de ese infierno de carretera, respiramos y todo fue con normalidad hasta llegar a la ciudad. Llegábamos a nuestro destino a la una de la mañana tras nueve horas de carretera. Nos tuvimos que tragar lo que no queríamos hacer, pero a pesar de todo las horas felices del viaje superaron el disgusto que nos llevamos con la cancelación del vuelo.



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