Un día claro y soleado de primavera, aunque fresco, nos animó a visitar uno de los lugares más emblemáticos de la Comunidad de Castilla La Mancha y de Ciudad Real, desde donde las vistas de la región de la Mancha son realmente espectaculares. Nos referimos al yacimiento arqueológico de Alarcos. Una visita accesible y que no deja indiferente, además de ser un enclave histórico de primer orden.
El yacimiento arqueológico de Alarcos se encuentra situado a escasos siete kilómetros de Ciudad Real y se accede por dos carreteras, la Nacional 430 y la comarcal 4128 con perfecta señalización para llegar. Nosotros llegamos un sábado antes de la visita guiada que empezaría a las 12:00h después de un precioso recorrido entre campos de trigo salpicados de amapolas, que lucían de tal manera, que varias veces tuvimos que parar el coche para contemplar el espectáculo de color que teníamos ante nosotros. Por eso, recomendamos acceder al yacimiento por la carretera comarcal desde Ciudad Real, con mucho menos tráfico y con un entorno mucho más bello.
El cerro de Alarcos, constituye en la actualidad uno de los conjuntos arqueológicos más espectaculares de Castilla-La Mancha, no sólo por su extensión (unas 30 hectáreas) sino también por la importancia de sus restos íberos y medievales, se piensa que en la época romana y visigoda la ciudad estuvo prácticamente despoblada. Los primeros datos sobre su ocupación humana se remontan a la Edad del Bronce. Aunque Alarcos es más conocida porque fue el escenario de la batalla que enfrentó a cristianos y musulmanes en 1195 y que acabó con la derrota de las tropas del rey Alfonso VIII. Un verdadero varapalo para la reconquista cristiana que tardó casi 20 años en reponerse y ganar la crucial batalla de las Navas de Tolosa en 1212.
Antes que nada comentar que la denominación correcta de este lugar es Parque Arqueológico de Alarcos-Calatrava la Vieja, una singular dualidad, para representar las cultura cristiana en Alarcos y musulmana en Calatrava la Vieja y que nosotros visitamos con anterioridad y que podéis leer nuestra visita en este enlace: Calatrava la vieja: Antigua ciudad islámica en el corazón de la Mancha. La visita de comienza con un audiovisual en el centro de interpretación que relata la historia del asentamiento de Alarcos, primero por una ocupación íbera, después como ciudad medieval, y por fin, como campo de batalla. Una vez finalizado el interesante documental se presentó nuestra guía, de nombre Cristina y verdaderamente preparada para indicarnos y explicarnos los vestigios que a continuación veríamos.
Las excavaciones arqueológicas que se desarrollan desde 1984 han sacado a la luz parte de la ciudad íbera, así como objetos y utensilios de la Edad del Bronce que se restauran y conservan en el Museo Provincial de Ciudad Real. Paseamos junto a las ruinas de la antigua ciudad ibera de Lacurris, de la tribu de los Oretanos, de los siglos III al VI a.C. donde pudimos observar los cimientos de las casas y las calles que daban acceso a la ciudad. De estas ruinas lo más importante es el santuario y la necrópolis ya que en los dos lugares se han encontrado figuras y ornamentos de excepcional interés, destacando una esfinge alada de 2500 años de antiguedad. A juzgar por la cantidad de objetos encontrados cerca de la superficie, se supone que era una de las más grandes ciudades de la época.
Empezamos la ascensión hacia los restos del castillo y las murallas y desde arriba se apreciaba mucho mejor la disposición de la ciudad íbera. Continuamos camino junto a las murallas realizadas con encofrado de pedruscos y argamasa similar a la de algunos castillos cruzados emplazados en Tierra Santa, debido a la ausencia de piedra en las inmediaciones. Se utilizaba prácticamente cualquier resto (incluso esqueletos de animales y hombres) que sirviera para la construcción.
A medida que ascendíamos, las vistas del entorno se hacían más sublimes y extensas. El dominio visual sobre el valle del Guadiana era imponente.
Y pasamos a la ciudad medieval con una extensión de 22 hectáreas intramuros, con amurallado de tres metros de espesor. Los resultados de la investigación constatan que la villa de Alarcos se encontraba en proceso de construcción en el momento de la batalla contra los almohades.
También se ha descubierto que extramuros se habían construido una serie de torres de vigilancia que seguramente no estarían acabadas durante el conflicto. Y en este punto tanto carteles indicadores como la propia Cristina, nuestra guía, nos explican la batalla que enfrentó a cristianos y musulmanes en las llanuras que se ven entre Alarcos y Poblete.
El empecinamiento del rey Alfonso VIII de construir una ciudad fortificada que sirviera de defensa de la frontera cristiana y las incursiones dentro del territorio musulmán de entonces, en tiempos de tregua, provoco la ira de Al-Mansur que entonces estaba conquistando Tripoli y reunió a sus tropas para desembarcar en Andalucía y llegar hasta la frontera con Castilla.
El rey cristiano sin esperar a la ayuda de los leoneses y navarros y con las murallas de Alarcos sin terminar ordenó atacar a los almohades, siendo el mayor error que pudiera cometer, ya que además, el insufrible calor que hacía el 19 de Julio, diezmó la poderosa caballería cristiana. Como resultado, el rey huyó a Toledo, la ciudad fortificada fue tomada por los árabes y el ejercito cristiano derrotado con un gran numero de bajas, siendo los sobrevivientes moneda de cambio para pedir rescate por ellos. Grandes sumas de dinero que sirvieron a los musulmanes para por ejemplo, acabar la mezquita de Sevilla (La actual Giralda). Desde entonces la batalla de Alarcos fue conocida como el desastre de Alarcos.
Proseguimos nuestra marcha sobre las ruinas de la ciudad medieval. Tras la victoria almohade y el asalto a la villa, las fosas de cimentación de la muralla que aún se encontraban abiertas, fueron rellenadas con los despojos de los cuerpos de los defensores junto a materiales de desecho como restos de animales, cuencos, jarras, utensilios varios, armas, etc. Todo esto se cubrió con cal viva y argamasa y se utilizó para cubrir los huecos de la muralla. Todo esto hace que este conjunto sea único en Europa.
Una vez conquistado el castillo, los almohades readaptaron el espacio interior de la ciudad. Creación de patios interiores y calles enlosadas, así como letrinas, neveras y fraguas. Las puertas de acceso fueron reforzadas con torreones defensivos y así fue como durante 17 años Alarcos se convirtió en una ciudad árabe.
Y ahora, la curiosidad... Bien sea leyenda o verdad, el caso es que a los pies del cerro de Alarcos se encuentra la finca Villadiego, que pudo existir desde antes de la batalla. De ahí parte el llamado camino de Villadiego, que fue el que el Rey y su séquito tomaría para huir a Toledo tras la batalla y que podría ser el origen de la frase “tomar las de Villadiego” asociada a la acción de huir o desaparecer sin explicaciones.
La visita al castillo daba a su fin, pero antes de bajar, Cristina nos explicó otra de las peculiaridades del mismo como son sus torres pentagonales, que no cuadradas, al modo de proas de barco, que serían más efectivas contra los impactos de flechas, lanzas o piedras.
La villa de Alarcos volvió a ser recuperada por los cristianos, pero ya jamás fue repoblada, debido a las supersticiones por los cuerpos que se enterraron en sus murallas y por la insalubridad del río Guadiana. El rey Alfonso X trasladó a los escasos habitantes que quedaban a una aldea próxima llamada Pozo Seco de Don Gil, donde fundó Villa Real en el año 1255, la actual Ciudad Real.
Bajamos hacia el Santuario de la Virgen de Alarcos que veríamos a continuación y observamos la construcción perimetral de la muralla de la ciudad y el grosor de sus cimientos. Por un paseo agradable, sobre todo porque era cuesta abajo llegamos a la ermita.
Construcción en el estilo gótico entre los siglos XIII y XIV, coincidiendo con el período de crecimiento de Ciudad Real. Está dedicada a la Santísima Virgen de Alarcos, celebrándose en ella la Romería de Alarcos el lunes de Pentecostés. También se celebra en el santuario la festividad de San Isidro Labrador. En 1980 fue declarada Bien de Interés Cultural.
Su planta es basilical con dos capillas adosadas posteriormente para formar la cruz latina y está dividida en tres naves a diferentes alturas, destaca en los pies del templo y sobre la puerta, un gran rosetón de tracería. La techumbre original era de artesanado de traza mudéjar, pero fue destruido durante la guerra civil y reemplazado por uno de madera. A destacar la limpieza y conservación, tanto del interior como del exterior, así como su cuidada jardinería realizada por el encargado del edificio, Ceferino, un funcionario al que le encanta su trabajo.
Ya solo nos quedaba ver el centro de interpretación, un magnífico espacio cuidado y amplio donde se exponen algunas de las piezas halladas en el transcurso de los trabajos arqueológicos (aunque son reproducciones) maquetas, vitrrinas y que junto a los medios más modernos, como infografías y reconstrucciones virtuales, introducen al visitante en un recorrido por la historia del yacimiento.
La excursión muy recomendable y del todo aconsejable para todas las edades o para visitar en familia. El yacimiento de Alarcos forma parte de nuestra historia y se agradece el esfuerzo de las administraciones para mantener y apoyar tanto la labor científica como la divulgativa.
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