Pilar y Paco Viajeros

31 de ene de 2015

Monasterio de Cristo (UNESCO), Monasterio de Batalha (UNESCO) y Fátima (Portugal).

Actualizado: 19 de feb de 2020

Al despertar el día, contemplamos las impresionantes vistas desde la habitación, nos dirigimos a desayunar y preguntamos en recepción, el “lioso” tema del pago de autovías para matriculas extranjeras que el gobierno portugués había impuesto en el país.

Pusimos el GPS con dirección hacia Tomar donde se encontraba el primer monumento Patrimonio de la Humanidad que queríamos ver, el Monasterio de Cristo. Unos 120 Km. por la Autovía A3. En la primera gasolinera paramos a comprar las tarjetas para pagar autovías, que consiste en enviar por SMS un código y automáticamente se va descontando del importe pagado los peajes o tasa por kilómetros efectuados (un rollo, un lío y creo que un impedimento para turistas que quieran visitar el país). Nosotros compramos una tarjeta de 10 € y no recibimos comunicación de que se hubiera gastado. El día estaba soleado y no muy frío, al llegar al aparcamiento del Monasterio tuvimos buenas vibraciones y nos preparamos para empezar la visita.

Lo primero era abonar la entrada, o bien 6€ por la entrada individual o 15€ por la entrada a los tres monasterios Patrimonio de la Humanidad (Cristo, Batalha y Alcobaça) que pensábamos ver. Optamos por la conjunta.

Se accede después de subir una larga rampa bastante pronunciada y después de pasar un precioso jardín, desde el cual las vistas exteriores son espectaculares. Este convento, uno de los principales monumentos de Portugal, perteneció a la orden del Temple, los monjes caballeros que formaban parte de la más poderosa orden militar cristiana y que durante más de 200 años tuvieron éxitos en batallas en Tierra Santa durante las Cruzadas.

El Convento empezó a construirse en el siglo II y no acabó hasta el siglo XVI. Por tanto contiene elementos románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas y barrocos. Posee hasta un total de 8 claustros.

Edificado sobre una colina y refugiado dentro de las murallas del antiguo castillo de Tomar. Dominaba así la planicie donde se extendía la ciudad.

Una vez abolida la Orden Templaria a partir del siglo XIV el convento pasó a formar parte de la Orden de Cristo. Todo lo demás lo podéis consultar en las innumerables paginas Web que hay sobre éste convento. La visita resultó realmente agradable, por el silencio, por la majestuosidad y sobre todo por la diversidad. Fue una sorpresa para nosotros ya que sin ser el más conocido al final sería el que más nos gustó. Acabado el recorrido, tomamos un café esplendido portugués en la cafetería junto al aparcamiento y nos deleitamos con las vistas a la ciudad en un día claro y perfecto para admirar los asentamientos de la villa. Estaba a tan solo 35 Km. No podíamos dejar de alimentar la curiosidad. Había que visitar Fátima.

No seremos nosotros quienes juzguen a los peregrinos, creyentes o cuantos quieran ir al Santuario de Fátima y los motivos que les hace llegar hasta allí, nosotros sólo comentaremos sobre el enclave particular donde esta situado y lo que como turistas nos llamó la atención de lo que allí vimos.

Llegar al santuario no es muy difícil ya que está señalizado nada más llegar a la ciudad, un grandísimo aparcamiento a unos 500 metros del recinto facilita dejar el coche, al menos cuando no se celebra ningún acto o afluencia masiva de peregrinos.

Nosotros accedimos por una capilla donde están los restos de los “pequeños pastores” y al salir vimos el espectacular recinto del santuario. Un colosal espacio prácticamente diáfano sin árboles ni techumbres que podrá acoger al menos a 300.000 personas. En el centro de la gran plaza una columna con una estatua de la Virgen, a un lado el lugar donde ahora está la imagen (el santuario se encontraba en restauración) convertido en capilla de cemento y cristal y al final una iglesia casi subterránea (es más grande lo que está excavado que lo que se ve por fuera).

Cientos de devotos que caminan arrodillados, otros rezando, otros como nosotros observando, otros encendiendo velas que por cierto las venden sin dependientes, tiene el precio marcado y la gente deposita el importe en una caja y se la lleva. Casi sin parar una misa después de otra en la capilla y en la Iglesia. La experiencia de la visita fue interesante, más que nada por conocer la demostración de fervor de cuantos se acercan y el ambiente religioso que se podía encontrar allí.

Era ya hora de comer, así que nos dispusimos a continuar nuestra ruta y parar en algún pueblo de camino al siguiente destino. Un excelente y original cocido portugués para dos fue lo que nos deparó el destino. Seguimos durante una escasa media hora hasta llegar a Batalha y el tiempo cambió drásticamente. De un sol radiante en Fátima a un diluvio al llegar a esta ciudad.

A pesar de la lluvia, era imposible no encontrar el siguiente Patrimonio de la Humanidad: El Monasterio de Batalha ya que se distinguía desde bien lejos. Intentamos aparcar lo más cerca posible, pero la existencia de un mercadillo en los aledaños hizo que tuviéramos que hacerlo a más de 300 metros del Monasterio. En un día soleado sería un agradable paseo hasta llegar al pórtico pero con la que estaba cayendo, se nos hizo interminable.

Pudimos acceder por una puerta lateral para refugiarnos de la pertinaz lluvia que caía con más fuerza. Aunque desde allí no había acceso al interior del templo, esperamos un tiempo prudencial para salir, pues era imposible con tal chubasco. Aprovechamos para sacar unas cuantas fotos.

Cuando la lluvia amainó un poco, fuimos en busca de la puerta principal caminando arrimados a las paredes. Por fin estábamos dentro, enseñamos nuestro pase y comenzamos la visita:

Este Monasterio es un símbolo para la nación portuguesa. Quince arquitectos, llamados Mestres das Obras da Batalla utilizaron recursos extraordinarios, tanto humanos como materiales. Esto dio como resultado uno de los monasterios góticos más importantes de Portugal (fue declarado monumento nacional en 1907). Parte de él tiene composiciones de gótico flamígero y fue aquí donde se utilizó por primera vez el estilo manuelino. En 1980 el monasterio fue convertido en museo. Tres años más tarde la UNESCO lo incluyó en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad. Además contiene la tumba al soldado desconocido de Portugal teniendo guardia permanente.

Joao I de Portugal en 1384 fue quien mandó construir el monasterio de Santa María de la Victoria (monasterio de Batalha) y fundar la villa de Batalha (batalla en castellano) para celebrar la victoria sobre los castellanos en la batalla de Aljubarrota. Las obras duraron 2 siglos y se acabó en 1517. Debido a terremotos y a la invasión napoleónica quedó saqueado y en muy malas condiciones. Se empezó a restaurar a finales del siglo XIX y aún hoy esta en parte inacabado.

Una visita fructífera y amena. Aquí empezó realmente la historia de Portugal como nación independiente y unida. Los Reyes Juan I y Filipa de Lencastre son considerados como aquí en España, los Reyes Católicos.

Ya solo nos quedaba llegar a Nazaré y aposentarnos en el hotel. Estábamos a media hora de camino, pero el tiempo mejoró un poco a nuestra salida del monasterio y aprovechamos para “fisgonear” algo de lo que quedaba del mercadillo y a tomar un cafetito en un bar cercano (todavía a menos de 1€).

¡En marcha pues! Por una carretera poco transitada, normal en un otoño frío, nos plantamos en Nazaré en pocos minutos y encontramos el Hotel Mar Bravo, en primera línea de mar donde teníamos reservado. Del hotel no hay quejas, limpio, coqueto, excelentes vistas y ubicación, quizás demasiado pequeña la habitación y un pelín caro, pero de los restaurantes de alrededor.... ¡¡¡Minha mãe!!! Como dirían los portugueses o ¡¡¡ Madre mía!!! Por ser finos que diríamos nosotros.

Mejor no acercarse, mira que vimos los precios, que eran todos altísimos, pues nos dieron un “palo” para cenar y además mal, que mejor no recordar.

Pero con todo lo bonito e interesante que habíamos visto no nos iba a amargar el estupendo día que habíamos pasado. Nos fuimos a la cama no sin antes volver a echar un vistazo al mar desde nuestra ventana.

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