Hicimos el recorrido desde Parada de Sil hacia la Carretera Nacional 120, dirección Ourense. Al llegar a Esgos, cogimos el desvío señalizado y por fin, siguiendo las indicaciones, llegamos por una carretera sinuosa y con fuerte pendiente en su tramo final al Monasterio de San Pedro de Rocas. Pensábamos que no lo íbamos a encontrar abierto, pero llegamos unos minutos antes de que fueran a cerrar al público uno de los monasterios más singulares existentes en la Ribeira Sacra.
Situado en el termino municipal de Esgos, a 20 km de Ourense, se trata del monasterio más antiguo de Galicia y es único por estar excavado en la roca natural. Aparcamos sin problemas en el parking del recinto casi al lado del centro de interpretación, una antigua casa prioral de finales del siglo XVII, de construcción robusta y sencilla, nada llamativa. En su interior se encuentra la recepción, cuya empleada nos advirtió que quedaban apenas veinte minutos para que cerrara las dependencias. No tuvimos más remedio que dirigirnos rápidamente por nuestra cuenta hacia el monasterio.
Nada más salir del centro de interpretación avistamos la imagen más característica del complejo: una humilde y primitiva espadaña (campanario formado por una sola pared, en la que están abiertos los huecos para colocar las campanas). Está situado en la parte superior de una enorme roca de casi 20 m de altura que da nombre a este lugar. La formación rocosa que se encuentra en el terreno forma parte de la estructura del monasterio en una simbiosis única. Un lugar mágico que deja constancia de la tradición religiosa de la zona, se trata de un recinto antiquísimo, tosco, casi primitivo, testigo de los primeros asentamientos eremitas en estas tierras. El valor de San Pedro de Roca es la originalidad de la construcción del monasterio que lo pone a la altura de sus hermanos mayores de la ribera del río Sil, sitos en un emplazamiento indiscutiblemente más espectacular.
El Monasterio de San Pedro de Rocas es uno de los primitivos asentamientos religiosos que con el paso de los siglos dieron su nombre a lo que hoy conocemos como la Ribeira Sacra. La presencia de los primeros ocupantes se remonta al año 573 según las inscripciones de la lápida fundacional, conservada en el Museo Arqueológico Provincial de Ourense y en tiempos de los invasores suevos fue un centro de unificación para eremitas y anacoretas, por lo que supone uno de los primeros ejemplos de vida cenobítica en la Península Ibérica. En sus comienzos sirvió como enclave para el retiro de unos pocos ascetas y monjes.
Junto al modesto campanario, se encuentra abierta una entrada que separa la iglesia del cementerio. De la iglesia poco queda salvo la estructura, apoyada en parte sobre las capillas trogloditas originarias. El cementerio es bastante humilde, y desde él se puede subir a la espadaña mediante escaleras (ojo, sin ninguna protección).
Como teníamos prisa, pasamos primero a visitar los restos de la Iglesia del monasterio. Data del siglo VI y es uno de los templos cristianos más antiguos que se conocen de la península y posiblemente de Europa. Sus tres naves están excavadas en la roca a modo de cuevas. El techo de la nave central presenta una abertura por la que entra luz desde el exterior. Las capillas de la iglesia, de tres naves, están repletas de sarcófagos antropomorfos, todos tallados en piedra. Parece ser que cada monje debía labrar su propia tumba como acto de reflexión. En el interior del templo se enterraban los abades y los nobles y en el exterior a personas de otras categorías inferiores.
Es de una sencillez cautivadora, una pilastra hace las veces de altar. En la pared de la capilla de la izquierda, se abre un hueco en el que se supone que estaba el sepulcro del caballero Gemodus del que hablaremos más adelante. En él se descubrió una pintura mural al fresco, datada en el siglo XII, que muestra imágenes de los apóstoles y el único mapamundi románico mural conocido hasta el momento, realizado al estilo de los mapas de beatos del siglo X. Actualmente en estudio y restauración.
El monasterio se abandonó durante siglos con la invasión musulmana, hasta que según la leyenda, en el siglo IX, el caballero Gemodus redescubre el lugar en una jornada de caza y se quedó prendado del lugar hasta el punto de quedarse allí como ermitaño, otros caballeros se unieron a él nombrándolo Abad y se fundó una nutrida comunidad monástica.. Leyenda o realidad, el caso es que existe constancia de la existencia de Gemodus. El rey Alfonso III, al conocer los hechos, le concedió privilegios e implantó la regla benedictina en el monasterio en el año 1.007. En los siglos posteriores, este monasterio, nunca demasiado rico ni muy habitado, pasó a depender del de Santo Estevo de Ribas de Sil y del de San Salvador de Celanova. El recinto de la iglesia fue ampliado con una nueva nave, un arco que da acceso al cementerio parroquial y su recinto cerrado por un muro.
De la Iglesia salimos al exterior donde observamos nuevas sepulturas antropomórficas excavadas directamente en la roca. En este caso son ocho entre la casa rectoral y la capilla. Todas ellas en una dirección, excepto una. Todas tienen rebaje para la tapa y una de ellas tiene grabada una cruz.
En 1923 fue declarado Monumento Histórico-Artístico. Desde aquí sale un camino que baja por la pendiente de la montaña y llega hasta la Fuente de San Bieito, también excavada en la roca y se dice que su agua milagrosa cura diversas dolencias, en especial todo tipo de verrugas. Si vais a conocerla, según dicen, hay que meter la zona afectada y rezar un padrenuestro. Nosotros por carencia de tiempo no pudimos hacerlo.
Un apunte para los empleados del lugar, que nos dejaron unos minutos para contemplar esta maravilla y además incluso nos dieron alguna que otra explicación sobre el monasterio, a pesar de haber sobrepasado su jornada de trabajo y desde aquí se lo agradecemos. Nosotros continuamos nuestro camino de vuelta a Ourense.