Después de nuestra visita a Anjar, retomamos la carretera de vuelta a Beirut y seguíamos en el valle de Bekaa, llegamos a la ciudad de Zahleh. Allí se encuentran las bodegas más famosas del Líbano y no podíamos dejar de visitarlas, las Bodegas Ksara. Para aquellos que no lo saben, Líbano tiene en la actualidad una industria del vino internacional, apreciada y fuerte, pero si el Líbano es famoso históricamente por sus cedros también lo fue por haber sido centro de la industria vitivinícola desde el albor de los tiempos. Dicen que Noé fue el primer productor de vino en estas tierras que lo extendió a Babilonia y Egipto , donde algunos frescos muestran que el vino era conocido desde la antigüedad. Los fenicios fueron grandes productores y en sus ánforas, como grandes navegantes, los llevaron por todos los rincones del Mediterráneo. Griegos y romanos, siguieron con esta tradición e incluso la elevaron a lo divino, considerándola bebida de dioses. Después de la caída de Roma, el cristianismo tomó la tradición de la elaboración de tan preciado líquido y en cada iglesia o monasterio se creó un pequeño viñedo. También fue en el Líbano donde Cristo, en su primer milagro, convirtió el agua en vino en las bodas de Caná. Y con estas historias de la historia volvemos a las Bodegas de ksara.
Cuando se fundó la bodega en el siglo XIX, Líbano estaba bajo el dominio otomano islámico que permitieron la producción de vino siempre que se usara con fines religiosos. El primer vino tinto del Líbano fue creado en el monasterio y comenzó la tradición vinícola de Ksara. Las bodegas son muy fáciles de encontrar, ya que está a solo unos kilómetros de la ciudad en la carretera principal de Damasco / Beirut e indicado con varias señales.
El nombre lo reciben de la antigua fortaleza franca ("Ksar", significa fuerte) construida en la época de las cruzadas, sobre ella se encuentra el espléndido edificio de las bodegas Ksara. La finca está sombreada por la vegetación y rodeada de unos pocos viñedos, así que suponemos que el grueso de las vides debe de estar en otro lugar del gran valle.
Ksara es productora de vino desde 1857, fundada por los miembros de una comunidad cristiana de la región, con mayoría de sacerdotes jesuitas, siendo en la actualidad la bodega más antigua, más grande y más comercial en el Líbano, cuenta con una producción de más de 1 millón y medio de botellas al año. Sus instalaciones modernas y confortables hacen olvidar la desordenada perspectiva de las ciudades del Valle de Bekaa.
El recorrido por las bodegas es una buena atracción para salir del calor y relajarse, después de visitar las ruinas de Aanjar. El recorrido de la bodega es gratuito, y se pueden elegir tours en varios idiomas.
Los túneles que en la actualidad se extienden a lo largo de más de 2 kilómetros fueron la continuación de los creados por los Romanos a partir de una gruta natural que proporciona unas condiciones de temperatura y humedad perfectas para el almacenamiento de los vinos. Estas antiguas cuevas son ahora utilizadas por las barricas de los mejores caldos que se producen en Ksara.
El vino de Ksara ha sido presentado en competiciones de cata alrededor del mundo. En 2004 Château Ksara ganó dos medallas de oro otorgadas por Vinalies Internationales en París, referencia mundial de los concursos de cata que se organiza desde hace más de veinte años por los Enólogos de Francia. La excursión básicamente es una visita guiada a la bodega de almacenamiento de vino y podría haber sido mucho más, ya que nos hubiera gustado haber visto el proceso de creación.
En el recorrido por la bodega se ven las miles de botellas almacenadas en estas antiguas cuevas convertidas en bodegas. Una excursión interesante que se ha llegado a convertir en la tercera atracción turística del Líbano más visitada. Una estructura subterránea realmente notable, que se remonta a la época romana muy probablemente construida en la misma época que el templo de Baco en Baalbek.
Tras el paseo por las cuevas saboreamos una exquisita selección de vinos locales, también de forma gratuita. En la cata te dan un vino tinto, otro rosado y blanco. Si se desea probar los vinos añejos, existe un sobre costo no excesivo. También hay una tienda que vende productos de la bodega.
La tienda tiene un diseño muy moderno y el personal es bueno y cualificado. Nosotros no teníamos sitio en las maletas para haber adquirido unas botellas, pero los precios eran muy atractivos. Merece la pena la visita a estas antiguas cuevas convertidas en bodegas.
Eran casi las cuatro de la tarde y había que comer. Nuestro conductor nos llevó a un restaurante típico libanés de la cercana ciudad de Zahleh. El restaurante se encontraba a lo largo de un pequeño río, llamado Berdawni, que forma una especie cañón entre dos colinas calcáreas. En las terrazas, discurría una gran variedad de transeúntes y visitantes, desde jóvenes musulmanas vestidas de manera muy convencional hasta otras ultra modernas con taconazos. Desde turistas en pantalón corto hasta jeques con chilaba. Había varios restaurantes en ambos lados del cañón entre vegetación y el lugar era muy agradable. Y además en las proximidades vimos un casino.
Se nota que el personal está acostumbrado a atender a una gran cantidad de personas. Todo estaba preparado para servir rápido y la comida se entregó en la mesa en menos de 5 minutos. La calidad buenísima y lo que no recordamos es el nombre de ningún plato. ¡Es lo que hay!. Disfrutamos de nuestra comida típica libanesa y del café libanés que te sirven de forma gratuita una y otra vez. Precios carillos como todo en el Líbano.
Casi hora y media duró el retorno a Beirut. Cansados, pero felices de haber conocido Balbeek y Anjar. Había que descansar para emprender nuevas rutas al día siguiente.